El Imparcial

17.01.2017

Tenía su entrada principal frente al Teatro, que luego fue el Banco de España. Por Eduardo Valle Pinedo

Hacia 1912, Café El Imparcial. (FOTOS: Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz)

Francisco Valdecantos regentaba el antiguo Café Mercantil, más conocido como el 'Café de Goveo', llamado así por su primer dueño. Estaba en la calle del Mercado -actual Paz-, donde luego se instaló el colegio San José de los clérigos de San Viator, y en el lugar donde hoy se halla el centro comercial Dendaraba.

No estaba mal el sitio, con sus bailes y sus veladas musicales, pero tenía una pega: estaba muy apartado del centro de la ciudad -resulta sorprendente el concepto de 'lejanía' que siempre hemos manejado en Vitoria-. Así que cuando tuvo oportunidad, a finales de 1908, Valdecantos se hizo cargo junto a su mujer, María López, del antiguo Europa, café en funcionamiento desde los últimos años del siglo XIX bajo la dirección de Higinio Elejalde y que mucho antes, desde 1878, había sido regentado por Manuela Suso con el nombre de Café Imparcial, llamado popularmente 'Café de Pacho' y que por aquellos días era sede del Centro Instructivo Republicano.

Tenía su entrada principal frente al Teatro, que luego fue el Banco de España, en la plazoleta que se forma entre las calles Mateo Moraza y Lehendakari Agirre -actualmente utilizada como aparcamiento de bicicletas y motos-, aunque en los documentos oficiales municipales su dirección era «Plaza Nueva 5», por haber allí una entrada accesoria al establecimiento, donde hoy vemos el comercio de El Globo.

Calle del Mercado, actual C/ Paz, de Vitoria-Gasteiz

El caso es que el local tenía claras connotaciones políticas por haber sido lugar de encuentro de los republicanos de la época, por lo que Paco Valdecantos optó por el aséptico nombre de Imparcial para denominar a su nuevo café, tasca y restaurante. Quizá pensó que lo primero -en este caso el 'currelo'- es lo primero y no era cuestión de 'espantar' clientes de otras ideologías. Lo cierto es que devolvió al negocio su denominación decimonónica.

En el Imparcial lo mismo se tertuliaba en compañía de unas tazas de café, que se alternaba en cuadrilla o se celebraban banquetes de boda. Lo frecuentaban los concejales cuando salían del Ayuntamiento, los habituales paseantes de la zona y una tribu universal y eterna: los noctámbulos.

El bar de los juerguistas

Ángel Eguileta, parroquiano del local y pionero en Vitoria en esto de escribir sobre bares, lo dejó escrito: «...de una a cinco de la madrugada se despachaba y negociaba más que en las otras veinte horas del día». Este café fue también lugar de reunión de camareros de otros establecimientos. Allí tomaban la espuela antes de ir a casa a descansar mientras discutían la idea de crear un montepío de trabajadores de la hostelería. También fue alojamiento de urgencia para el conserje del Teatro Principal y su familia cuando lo perdieron todo salvo la vida en el incendio del coliseo. Los clientes trasnochadores que estaban de cháchara en la terraza del Imparcial en la madrugada del doce de agosto de 1914 fueron los primeros en alertar del fuego. Y fueron los dueños del café los que desinteresadamente albergaron en sus propias habitaciones a la desgraciada familia.

Con los años, Francisco Valdecantos empezó a pensar en retirarse del negocio. El fallecimiento de su esposa en octubre de 1919 precipitó la clausura del establecimiento. Y así, antes de terminar ese mismo año, el Imparcial cerró sus puertas. El que fue su último dueño, «activo, emprendedor, vitoriano excelente, campechano y popular», como lo calificaron sus coetáneos, se dedicó a partir de entonces a otras actividades comerciales mientras «los juerguistas honestos de última hora», de nuevo en palabras de Eguileta, se quedaron sin uno de los lugares de referencia del trasnoche vitoriano.

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